Joseponce1978

La caída será tu salvación (relato inspirado)

Tendría yo unos 10 años, la edad suficiente como para ir sólo al colegio, teniendo en cuenta que se trataba del colegio de un pequeño pueblo y apenas lo separaban 2 o 300 metros de mi casa. Al tratarse de un pueblo de montaña, sus calles tenían una considerable inclinación y mi casa estaba más alta que el colegio. Hubiese preferido que fuera al revés, porque lo de subir la cuesta con el calor del mediodía, después del agotamiento mental que me suponía haber estado asistiendo a clases de lengua o matemáticas toda la mañana, se me hacía un mundo.

Para llegar hasta el colegio, tenía que bajar por una calle recta que terminaba en otra calle perpendicular. Entonces doblaba a la derecha y a unos pasos se encontraba el colegio. Antes de girar, justo donde terminaba la calle que bajaba, enfrente había una casa vieja en cuya pared se podía leer una frase escrita con tiza que rezaba así: \"La caída será tu salvación\". Todas las mañanas cuando llegaba a ese punto, me debanaba los sesos tratando de encontrarle el significado a la frase. Por aquel entonces yo aún no había leído nada de filosofía y se me antojaba una contradicción absurda.

Una mañana, justo cuando llegaba al colegio me acordé que me había dejado olvidado en casa el estuche de los lápices y decidí subir corriendo a recogerlo. Llegué a casa agotado, cogí el estuche y para que no se me hiciera muy tarde, se me ocurrió bajar en la bicicleta y así llegar antes. No nos estaba permitido ir al colegio en bicicleta pero pensé que el profesor sería comprensivo ante tal caso de urgencia. De modo que me monté en la bicicleta y me embalé cuesta abajo, agachándome sobre el manillar para ganar en aerodinámica. Bajaba tan rápido, que al apretar con fuerza la maneta del freno, el cable se me partió y por la inercia de mi peso en caída libre, lo único que pude ver frente a mí fue la pared donde estaba escrita la enigmática frase, acercándose a mí a una velocidad exponencial. En una fracción de segundo se me planteó una disyuntiva y tomé una decisión. Tal vez ni siquiera lo pensé y fuera un acto reflejo, como quien se quema y aparta bruscamente la mano. Ante la perspectiva de estamparme con la pared y dejarme allí clavados los dientes, antes bien tomé la decisión de tirarme al suelo. Sabía que me iba a hacer daño, me rozaría con el asfalto y posiblemente terminaría con alguna contusión, pero cualquier magulladura era preferible al impacto seco. En efecto, salté de la bicicleta, me hice una bola protegiéndome la cabeza con los brazos y rodé por la cuesta unos metros que se me hicieron interminables. Cuando al fin me detuve, abrí los ojos y vi que me había quedado a escasos centímetros de la pared. Alcé la mirada y fue en ese preciso instante cuando le encontré el significado a la frase.