Las flores de tu jardín
tienen algo que a mi me gusta
una belleza algo oculta
en sus pétalos de arlequín.
Me da a mi por mirarlas
extasiado por sus augustas
formas que el mismo Zaratrustra
nunca vió en su confín.
Las flores de tu jardín
me llenan la vida y me asusta
tanta armonía así junta
como arpegios de un buen violín.
De solo olerlas en fín
puedo decir que se abruman
por desearlas con mi abrupta
alegoría de puercoespín.
Tan bruto yo soy
tan conocedor de sus grutas
que sienten ante mi un rubor
ante mis ojos que les auscultan
todo el sabor
que habrán de dar ya maduras
cuando su fruto sepa que abunda
de substancia y de fervor.