Sospecho de tu sombra y de la mía siguiéndote y tiemblo, ¡Oh, tiemblo!
tiemblo sin saber dónde diriges tus pensamientos o tus pasos,
no culpes mis temores, la cobardía de mis ansias o mis desvelos,
como buen sabedor de lo que vales, y yo avariciosa de su tesoro, te celo.
Es devastador mi llanto cada noche, tremendo mi penar, mi desasosiego,
me paraliza la culpa de pensarte cada día sintiendo otra piel, otra boca…
me trastornan mis pobres ardores el infierno en que me quemo,
disculpa el agravio de mis pensamientos, cuando más agraviada esta mi alma
y la desconfianza crece en mis entrañas, me tiñe hasta el iris de rabia.
Conoces cuanto te amo, mis temores, mis afanes y consuelos
y sabes que en la poesía hallo mi excusa o legítima defensa
defensa sí del amor que te profeso Sor Juana lo dijo todo
y con ella, a mí misma me perdono, por el acoso en mi pensamiento:
>>No son, que dicen, de amor bastardos hijos groseros,
sino legítimos, claros sucesores de su imperio”.>>
No me riñas por favor, entonces, por la forma en que te quiero,
pues estos celos me matan y te hacen vivir más adentro,
y son solo la muestra de mis fieros pensamientos
por el amor que acrecientas cada día en mi pecho...