Deja que te cuente cuánto te amo
y de la sosegada manera
que cada minuto te extraño,
deja que te cuente uno por uno
los pasos del sendero en cada tramo.
Deja que aspire montañera,
el aroma suave del bosque
de pinos, madroños y aceviños,
de eucaliptos de flores blancas,
bálsamo al cuerpo y el alma
en purificación milenaria.
Deja que llene tus manos
de zurrones de castañas,
arcas coralinas de almendras,
duraznos y moras rojas;
que besan tus labios de ansias
y enmielan tu boca enamorada.
Deja que te dedique los versos
que tímidos salen del teclado,
sublimes y frescos como el gorjeo
del agua en declive acompasado,
desde el silencio de las galerías
hasta el aljibe depositario.
Deja que descanse en tu regazo
y comparta contigo los años viejos,
que te escolte hasta el fin de la ruta,
juntos contemplar las vistas
y aunque el andar sea lento,
firme será el camino.