En mis silencios ya no estás,
estás en todas mis algarabías;
dispuesto a bailar al compás
de las coplas que son las mías,
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Para mí tú eres como el fuego.
Pero, yo soy como el viento.
Yo no me animo a tu juego
y tú tampoco al sentimiento.
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Para alumbrarte la vida,
avivo el fuego con viento
y tu luz me guía y me cuida
a pesar de mis tormentos.
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Nuestra noche se ilumina,
cómo una llama viviente.
Y por esa alegría divina;
tu corazón está sonriente.
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Somos dos almas dichosas,
que buscan refugio en el cielo.
Nunca se sienten celosas
y, en ello, está su consuelo.
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¡Dios me hizo este milagro,
Para hoy tenerte a mi lado!
Quiero prender el candelabro
y recuperar nuestro pasado.
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¡Es esa una buena y sencilla razón,
Para entregarte entero el corazón!