Yo juré que debía conquistarte
contemplando tu faz tan exquisita;
pues vibraban mis venas al mirarte
con las gracias sensuales de Afrodita.
En tu imagen brillaba el paraíso,
y sentí la pasión más vehemente;
pues tu cuerpo, de encanto muy preciso,
emanaba su flama incandescente.
Me propuse vencer tu resistencia
y beberme tu amor de gota en gota;
y una noche de gran luminiscencia
anidaste en mis brazos cual gaviota.
¡Desde entonces mi vida es una orgía
disfrutando la miel de tu ambrosía!
Autor: Aníbal Rodríguez.