Niños, agrupáos al orden de su perpetuidad insurrecta,
a condenar para siempre su convertida imagen
al arrojo, el llorar de su inconciencia
olvidar la vereda de antaño,
al calor de la experiencia,
olvidar los males,
penares y limosnas,
si tanto era tal encanto,
verán el funeral neurálgico de su yo.