Silencios oscuros
ruidos vespertinos
trotes somnolientos,
hieren los vientos.
El fuego fatuo
entra sediento
para volverse mugriento
y, mecerse sangriento.
Con ojos mordientes,
sin vista, salientes,
coronan el sueño valiente
por la ladera en pendiente.
Ha perdido semblante
ya no es el caminante
de silencios dominante,
de voluntad decadente