Anoche llegaste a mí,
te sentí cual suave brisa,
bella sombra que acaricia
y me permite dormir;
yo me sentí muy feliz,
con tan tierna compañía,
que me llenaba de vida
e iluminaba el confín;
fue un momento supremo,
ese ligero remanso,
que se convirtió en eterno
al cobijarme en tus brazos:
eres cual divino aliento
que aligera mis pasos...