Una vez en el jardín de mi infancia
me sembraron en el cuerpo las ansias.
El deseo que bebió mi boca de tu néctar
no paró de provocarme, hundirme.
Cultivo hoy, lo que mi ayer me impidió…
La esperanza.
El fruto de mi pasado se acrecienta
no maduraron mis entrañas…
más el pensamiento es de una anciana
con el alma en los recuerdos
cayéndole lunas difuntas en el silencio
que mis ojos sonámbulos desangran.
Estoy hecha de cosas enterradas,
tus palmas, las palabras, los besos…
aquello que al unirse nuestras bocas
resalto con rojo en nuestro anhelo