Miedo sarcástico que te vanaglorias en mi culpa,
miedo incesante que entorpece el andar de los sueños;
que sin materializarse, navegan en la mente umbrosa de esta mortal;
cuya carne se fatiga y solo guarda una esperanza,
en el fin de sus debilidades.
Miedo ambiguo que entretiene a la verdad,
nidal de cobardía que nubla el sendero;
aquel, por el que caminan valientes,
los preceptos de mi dignidad.
A ti, miedo condenado, miedo desmesurado,
que amordazas toda utopía.
A ti, que fragmentas la consecuencia de mi debilidad.
¡Abrázame!, y disipa mi totalidad; o ruega,
para que no se consuma mi flaqueza; y, como consecuencia,
pierdas el mérito de mi vergüenza.