El Dios
de Nuestra América,
el Dios de la Pachamama,
de Jesús y de la Virgen,
ése Dios
nuestro de cada día,
se muere de a poco,
todos los días,
todas las noches,
y fuera del tiempo,
cada vez que un “zenquiu”
un “sale”
o un habitual “ok”
-y tantas otras palabras
gringas-,
hincan en carne latina
su afilado estilete
anglo.
No sólo es afán de lucro,
ni acaso publicidad “al uso”,
es decisión extrema,
y voluntad imperial
en marcha,
de cambiar nuestra conciencia
histórica,
por una “cajita Feliz”
un “combo cuarto de libra”.
Netflix y otros etcéteras,
mientras nos someten y se apropian
de tripas, tierras
y corazones de Nuestra América
irredenta…
Dios nuestro
de Tiahuanaco,
de la costa,
de los llanos y de los Andes,
de Belén y de Roma,
no permitas que esto siga
y dadnos la fuerza, las armas
y las palabras
que troquen en rebelión
tamaña desventura.
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