Te fuiste, dejando una lágrima en mi mano
tan pequeña y brillante
como los distantes soles de la noche.
A los pocos pasos volviste los ojos
en vuelo de cabellos
para verme por última vez
y un cielo se abrió en ellos.
Explotó el universo en mi pecho
y mis manos vacías, se perdieron
huyendo, sin poder ir a tu encuentro.
El viento en una ráfaga
nos separó entre hojarasca fantasmal
mientras intentaba decir, sin poder
que te amaba y no podría
que la vida…, no sería
que no te fueras
que no me dejaras.
El viento, el mismo de hace tanto
seca mis ojos
en este mismo lugar
donde recuerdo
esa lágrima, que dejaste en mi mano
pequeña y brillante
como esos soles distantes en la noche.
Te miro, como tantas veces
ese increíble color perlado
los labios apenas abiertos
húmedos de palabras tiernas.