R. Gruger

LA CITA

En los arcanos del tiempo y el espacio,

arreglado por un hado misterioso y cruel

teniamos una cita,

para encontrarnos en la estación do pasaría

el tren de la ventura y de la dicha.

 

Tú por tu camino,

yo por el mío,

arreando con ansia arrebatada

los corceles uncidos

al carruaje irredento de mi vida,

en larga y cruel jornada...

 

La cita era crucial por cuanto en ella

la razón de mi existencia se jugaba.

 

Por zarzales y pantanos,

por desiertos y abismos, abrumado

por el tiempo inexorable,

indiferente a la premura de la cita

que ese hado misterioso había arreglado.

 

Pretendiendo contra el tiempo y el espacio

luchar en desigual batalla.

Y pasaron los segundos y minutos,

y los días y los años,

y el tren seguía su marcha

trepidando desbocado, impertérrito hacia el sitio

friamente programado:

"la estación de las quimeras y los sueños"

mil veces añorados...

 

La primavera terminó, llegó el verano,

y al otoñar las hojas en los árboles,

ya débiles,

gastadas de espera interminable,

llegamos jadeantes a la estación,

al lugar de la cita  que aquel hado

misterioso y malvado había arreglado,

sabiendo de antemano que al llegar

el tren de nuestros sueños había pasado...

 

Tu por tu camino repleto de dolores y de tráumas,

yo por mis zarzales y mis ríos de lágrimas...

Coincidimos al momento

en que el metálico transporte con su carga de ilusiones

y de sueños imposibles

continuaba su marcha inexorable,

ahogando el gritar desesperado

de dos viajeros en el tiempo rezagados...

 

Y nos quedamos sin decirnos nada,

sólo viendo en lontananza aquel penacho

de un tren que serpenteaba,

hacia el país donde existen

y conviven el amor y la esperanza...

 

Y nos miramos mudos de espanto,

y de desgracia,

y nos tomamos de las manos,

llorando inconsolables, la crueldad de un destino

que nos negó el derecho a amarnos,

y a vivir una vida de ilusiones

y de metas imposibles

y de sueños anhelados...

 

... E intentamos a pesar de que a la cita

a tiempo no llegamos,

construír sobre las penas y las lágrimas

una rústica cabaña,

revestida de amor, de sueños imposibles

y esperanzas...

 

Per en vano...

pues el hado misterioso y cruel lo había arreglado

sobre esos requisitos y aquellas circunstancias,

de sólo concedernos un lapso miserable

en el tiempo y el espacio,

sabiendo de antemano

que nuestro intento sería inútil

de llegar a la cita programada

antes que el tren pasara...

 

Y al enfrentarnos de cara a la verdad,

y descubrir tristemente

que llegamos a la cita cuando el tren

presuroso se alejaba,

sólo nos quedó el suspiro desgarrante

de un amor aprisionado

entre cadenas de imposibles transgresiones

a las leyes y las cosas que la vida nos reclama;

porque el hado se cuidó

que quien no llegue a la cita programada

en el tiempo prefijado,

cruel y simplemente queda fuera

del derecho al amor y la esperanza.

 

R. Gruger / 1984