En los arcanos del tiempo y el espacio,
arreglado por un hado misterioso y cruel
teniamos una cita,
para encontrarnos en la estación do pasaría
el tren de la ventura y de la dicha.
Tú por tu camino,
yo por el mío,
arreando con ansia arrebatada
los corceles uncidos
al carruaje irredento de mi vida,
en larga y cruel jornada...
La cita era crucial por cuanto en ella
la razón de mi existencia se jugaba.
Por zarzales y pantanos,
por desiertos y abismos, abrumado
por el tiempo inexorable,
indiferente a la premura de la cita
que ese hado misterioso había arreglado.
Pretendiendo contra el tiempo y el espacio
luchar en desigual batalla.
Y pasaron los segundos y minutos,
y los días y los años,
y el tren seguía su marcha
trepidando desbocado, impertérrito hacia el sitio
friamente programado:
"la estación de las quimeras y los sueños"
mil veces añorados...
La primavera terminó, llegó el verano,
y al otoñar las hojas en los árboles,
ya débiles,
gastadas de espera interminable,
llegamos jadeantes a la estación,
al lugar de la cita que aquel hado
misterioso y malvado había arreglado,
sabiendo de antemano que al llegar
el tren de nuestros sueños había pasado...
Tu por tu camino repleto de dolores y de tráumas,
yo por mis zarzales y mis ríos de lágrimas...
Coincidimos al momento
en que el metálico transporte con su carga de ilusiones
y de sueños imposibles
continuaba su marcha inexorable,
ahogando el gritar desesperado
de dos viajeros en el tiempo rezagados...
Y nos quedamos sin decirnos nada,
sólo viendo en lontananza aquel penacho
de un tren que serpenteaba,
hacia el país donde existen
y conviven el amor y la esperanza...
Y nos miramos mudos de espanto,
y de desgracia,
y nos tomamos de las manos,
llorando inconsolables, la crueldad de un destino
que nos negó el derecho a amarnos,
y a vivir una vida de ilusiones
y de metas imposibles
y de sueños anhelados...
... E intentamos a pesar de que a la cita
a tiempo no llegamos,
construír sobre las penas y las lágrimas
una rústica cabaña,
revestida de amor, de sueños imposibles
y esperanzas...
Per en vano...
pues el hado misterioso y cruel lo había arreglado
sobre esos requisitos y aquellas circunstancias,
de sólo concedernos un lapso miserable
en el tiempo y el espacio,
sabiendo de antemano
que nuestro intento sería inútil
de llegar a la cita programada
antes que el tren pasara...
Y al enfrentarnos de cara a la verdad,
y descubrir tristemente
que llegamos a la cita cuando el tren
presuroso se alejaba,
sólo nos quedó el suspiro desgarrante
de un amor aprisionado
entre cadenas de imposibles transgresiones
a las leyes y las cosas que la vida nos reclama;
porque el hado se cuidó
que quien no llegue a la cita programada
en el tiempo prefijado,
cruel y simplemente queda fuera
del derecho al amor y la esperanza.
R. Gruger / 1984