Duermen las brasas,
se cubren de cenizas,
y se amodorran.
Yo las recuerdo,
las vivo, en este instante.
Las hago mías.
Aquellas tardes,
tranquilas del invierno,
en el refugio.
Días de nieve,
de vientos y de frío,
con mojaduras.
Junto a la lumbre
templábamos las manos
igual que el alma.
Había paz,
silencio y gran ternura,
para nosotros.
Minutos mágicos
con música del viento
y la invernada.
Nadie quería
romper aquella magia
que nos cubría.
¡Bendito fuego!,
tus llamas y tus besos
hoy los añoro.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/11/20
Recuerdos de brasas y de hogueras en algún refugio donde tuve la suerte de descansar y reponer fuerzas. Momentos únicos y que han quedado grabados en la retina como algo maravilloso e irrepetible que no quisiera que nunca desaparecieran.
Y es que esa paz y ese equilibrio entre el cuerpo y el alma no lo he conseguido alcanzar más que en estos lugares en los que fui inmensamente feliz y a los que quisiera, en algún momento, poder volver, si Dios me lo permite.