A los que perdieron la batalla contra el alcohol y las mascarillas;
A los que al cerrar los ojos nos quitaron la vida;
A los que se fueron dejándonos con el corazón hecho pedazos;
Bastó un instante para que el virus se esparciera y nos arrancara de las manos lo que más amamos,
No podíamos verlo, ni siquiera pudimos sentirlo, no tenemos a quién reclamarle tanto dolor
No tenemos un nombre, al cual culpar, ni siquiera logramos despedirnos para ver si nuestro corazón llegaba a sanar
Un día ingresaron a ese pabellón oscuro, UCI, recuerdo que le decían y no los vimos salir más, aunque en el fondo de nuestro corazón anhelábamos verlos de vuelta, verlos de pie, verlos corriendo, verlos en el Malecón de “Las Palmas” tomándose fotos, solo ansiábamos que el doctor saliera y dijera: “Felicidades se recuperó”
Perdieron el olfato, perdieron el gusto, pero no perdieron sus recuerdos, es más, en sus ojos sé que no nos habían olvidado, los ángeles de batas blancas pelearon contra la MUERTE, pero lamentablemente el virus los derrotó.
Su alma nos abandonó, después que tomaron tantas pastillas, tanta medicina, cada gramo, contenía la ilusión de verlos despertar, no imagino su desesperación por volver a oler las flores, volver a oler el encebollado de la esquina, por volver a saborear las delicias que preparaba la vecina, mi corazón no logra imaginar que habrán sentido cuando la cuenta regresiva llegó, cuando vieron pasar por su mente sus hijos, esposa, padres, hermanos, etc.
¿Quién les iba a dar amor?, preguntó esa madre al creador;
¿Quién los va llevar al parque?, preguntó ese padre a Dios
¿Quién va a jugar con ellos a las luchas?, preguntó ese hermano cuando lentamente se iba
Y hubo un silencio, pero que raro logramos escuchar ese silencio, dicen que cuando se escucha un silencio, es un ángel que se está despidiendo.
Aquel ángel era mi padre, mi hermana, mi amigo, que ya no tenía alcohol en las manos y que al fin se pudo quitar la mascarilla para darme un beso.
Un abrazo hasta el cielo y sonríannos siempre.