Se habían conocido unos años atrás, nadie recordaba como ni la fecha exacta. Por mas rosa que suene era la verdad. El puente de ladrillos donde compartieron sus primeras palabras era deprimente, muy deprimente, pero ellos habían aprendido a hacerlo más brillante, volviéndolo cursi en sus recuerdos. Habían ido a ese puente por mucho tiempo, que desgracia que lo hubieran destruido. Cuando el puente fue demolido lloraron lluvias mientras comían torta de tres leches. Tuvieron que reconsiderar su relación, sin el puente de ladrillo no era nada. Al terminar de comer su torta pelearon por más de veinte minutos, se sentían podridos ¡había que entenderlos! Su relación ya no valía la pena. Antes de salir a trabajar ya no se daban abrazos, ya nada significaba nada. Habían dejado de pelear, habían dejado de hablarse. Su relación ya estaba muerta. Y ahora solo queda esto, unas simples palabras vacías escritas por un narrador que no tiene nada que ver con su historia de amor, que solo los ve como los entierran personas que tampoco los conocían.
Pero por lo menos habían sido enterrados juntos, como ellos no lo hubieran querido por culpa de ese maldito y egoísta puente. A la mierda el amor, al final todo se basa en objetos que terminan destruyendo, que asco, rindámonos de una vez.