Y me miró a los ojos
con su cielo en alto
con sus labios sellados
y sus truenos desarmados.
Sin ataduras, ni cerrojos
me dio la llave de sus penumbras
los guardianes de sus sueños
y sus lágrimas hechos tesoros.
Que importante es saber
conceder lo más preciado
cuando solo es una encarnación
y miles de años intentándolo…