*A Zalika Coulibaly
Junto al frondoso árbol
del silencio
deshojaré tus confidencias
y en éste cálido verano
tocaré en la distancia
tu alma de algodón silvestre.
Te conocí tan lejana
y desde entonces
hilaste mis pensamientos
a deshoras.
Aunque lejos estés,
sé que tu piel sedienta
está sembrada de ilusiones
y percibo tu humor
de gacela indómita.
Tu suspiro entrecortado
al leerme cobra
la estatura de tu deseo.
No hay engaño,
ni siquiera con el paso de los años,
capullo abierto en la mañana
que en la noche se cierra
con tus sueños
escalando los peldaños.
Recorro mi mente en sueños y veo
las frutas tensas de tu pecho
y tu vientre desde donde miraba
tus ojos inquietos y tus manos que
asian las colchas con furor.
Tu nombre se va formando
cuando llena la bahía
y el mío quedará a la ribera
de tu torso en llamas.
Dulce y briosa
montura de ébano.
El camino se levanta
con el color de tus labios
y me pregunto
¿Porqué estas piedras no comprenden
nunca los nombres que repito?
¿Será tu voz o el llanto tenue que confunde
al no tenerte?
Te busqué en los meandros
de mi memoria, en la bruma
de tus cabellos cortos
y en el sudor de los ventanales cegados,
pero no pude encontrarte.
De ti salen
nombres tan lejanos
que todo me llega
como un mundo virtual,
a veces cierto
y a veces desolado
que apaga el misterio
de tu existencia
y se marchita
como una flor africana
y me vuelve a estremecer
mi latina sangre sobre el campo.
Flota fugaz, fugitiva
mi flor africana
que yo recordaré
el fresco color
en que cifré las brasas
de tu cuerpo amoroso.
Y en otra estación que pases despojada de mi,
te viviré mas que un simple retrato.
JUSTO ALDÚ
Panameño.
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