El mundo por un virus sorprendido
lo deja de rodillas suplicante,
por tantos infortunios sollozante,
quedando temeroso y conmovido.
El hombre con deseo desmedido
producto de su gula galopante,
sostiene un egoísmo delirante,
creyéndose por dioses revestido.
De nada sirven lujos materiales,
ni falsos espantajos adorados,
son yerros convertidos en puñales.
Que vengan nuevos tiempos transformados
colmados de valores esenciales
que nazcan de los hombres renovados.