Raiza N. Jiménez E.

Reflejos.-

El sobresalto se apodera de mi conciencia y se despierta al

verme en los reflejos que, de mi cuerpo, dibujan los espejos.

Oscura maraña que se proyecta en imágenes nada prístinas

de los inhabitables espacios que ocultan mi alma al mundo.

Escisión de sombras que se parecen a un cielo de contrastes.

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¡Todo ello, parece una sombra que se hace figura en el cristal!

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Las aguas quietas me ven pasar y ágiles, apresan mi mohín…

Nada las detiene, prontas suelen caminar conmigo y me ven.

En ilusoria danza  se mueven sus olas y desdibujan mi  figura.

En ese danzar de claro oscuros, los destellos de mis cabellos,

tejen un dorado atrapa sueños que, como ave, vigila mi siesta.

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En esta noche todo es silencio, sutil se hace la rosa que adorna

mi tupida cabellera, en su deseo de esparcir en ella su perfume.

Vanos intentos son los míos al tratar de figurarme este ensueño.

Nada tiene significado, sólo la rosa y mis cabellos, hablan de sí.

Y en la ilusión de siluetas y esencias, huye la imagen, ya no la veo.

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Ilusorios  y velados son los deslices con los espejos y sus umbrales.

Sueños, fantasías, quimeras, milagros se urden al borde del espejo.

Puertas sagradas o malditas que dejan ver a las almas desnudas.

Así, son los velados sigilos que se ocultan o muestran tras el espejo.

Incierta será la urdimbre humana o celeste que atrapa en el azogue.

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Límpido o empañado cristal que semejando la belleza te atrapa.

Nadie se resiste al altivo grito del espejo y se acude sigiloso ante él.

El espejo acecha y la magia de su influjo se trasmutan en una imagen.

Es el  reflejo del ser que oculto acude a la cita del desnudo y posa.

Llamado de la vanidad que vigila la pretensión mostrarse como Dios.

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¡Caminado entre las sombras, el hombre se quiere escapar del claror

que es reflejado en el cristal de la vida que lo guía hasta la muerte!