Cuento – No soy cualquier loco, soy especial.
Esta historia le ocurrió a un amigo de la psiquiatría como diría el poeta con una paciencia ardiente.
Era uno de esos profesionales dedicados al tratamiento de las enfermedades del cerebro y de la mente, ocupado en atender a esos que en el coloquio se les conoce y denominan perturbados dementes.
Y el paciente que corresponde a esta historia, no era cualquier caso frecuente, estaba demasiado trastornado, diríamos muy seriamente.
Tanto así que deliraba con llegar a ser un ejemplar y democrático presidente.
Para ello, el diagnóstico estaba a la vista, a veces le daba por vestirse discretamente, y se decía para sus adentros, fungía de detective o secreto agente.
Otras veces hacía de orador en las plazas muy grandilocuente con discursos muy convincentes que preocupaba a sus familiares, sin embargo, eran chácharas de nunca acabar, kilométricas y por demás elocuentes.
Lograron por fin sus hermanos de manera diligente, en una discusión acalorada y candente convencer para que se viera del profesional de marras, amigo íntimo de la familia y de nombre Hipócrates Clemente.
Una vez en su clínica y practicados los múltiples exámenes con todos sus componentes, se pudo determinar un alto grado en su intelectual coeficiente, pero con un significativo detalle, con delirios muy concurrentes.
Más peligrosa resultó la medicina que la enfermedad al dársele a conocer los resultados al Juan Vicente que así se hacía llamar nuestro orate sin antecedentes.
Ese día que se le explicó cada caso diferente de locuras y de paranoias, y de esquizofrenias, por consiguiente, se armó la de San Quintín, pues en un tono prepotente, hizo un llamado al cielo y a los ángeles y arcángeles y a todos sus asistentes para que vinieran a acompañarle en una cruzada valiente, no aceptaba tal evaluación y convocaría a una Constituyente.
Aducía que todo era una confabulación en su contra, que no se necesitaba ser un vidente para descubrir la mala intención que había contra su proyecto sin precedentes.
Calmados ya los ánimos y en un momento de cordura aparente, le habló a su médico, a sus hermanos y a todos los presentes en el uso de su derecho de palabra en un talante de catedrático docente.
Yo que tengo como planes voltear la economía para que los mayores beneficiarios sean los contribuyentes, he de ser quien ocupe la primera magistratura y que nadie impida mi carrera ascendente.
Yo que quiero y amo a esta tierra desde el oriente al poniente, desde el naciente hasta el occidente, no entiendo por qué razón tanta resistencia y oposición juntas y en contra a mi excelente plan emergente.
Yo que quiero hacer de mi ejercicio una gestión equivalente, que los derechos de los de arriba, connotados dirigentes sean los mismos de los de abajo dirigidos contracorriente, ya no más electrocutarles que los deberes de los poderes sean por asegurarles mejor vida y ambiente. Ya basta de un trato tan insolente, ya basta de creer que el pueblo está alienado, merece respeto deferente.
Yo que no necesito prometer, pues de nada vale un pueblo obediente y creyente, las promesas solo sirven para torturar más y aumentar la desgracia entre los más desposeídos, entre los pobres y dolientes, actuar con promesas es una forma muy cruel de practicar la demagogia y huir a la palabra empeñada por esa que mientan la tangente.
Parecía que su perorata no tenía fin, mostraba un vigor y energía de adolescente.
Lo que a continuación utilizó para cerrar su larga apología fue una cita verdaderamente sorprendente:
Hay que escribir de nuevo la historia, faltó incluir un cuarto majadero, con Bolívar, el Quijote y Jesús el cuadro no es suficiente.
Pues no me conformo con el vaticinio acertadamente que hizo el pintor Oswaldo Guayasamín de mi figura tan precozmente.
Deben incluirme y no deben dejarme por fuera, yo que soy el verdadero salvador del mundo, que como yo no ha parido la Tierra otro líder en ninguno de los seis continentes.
Es cierto que puedo tener debilidades, creo que una solamente, señoras y señores he de confesarlo, sin ser ambivalente, lo único que me falta para ser perfecto, es una verruga sobre mi frente.
Y con esto finalizó su discurso con ardides, tramoyas, sueños y utopías por salvar al orbe y su gente con más de un loco ingrediente envolvente.
Y este cuento también llega a su colofón de manera concluyente.
Colofón: La vida a veces nos enfrenta a terribles paradojas, a veces creemos que actuamos con cordura, cuando en realidad nuestra incoherencia es de un caso clínico de locura.
Las locuras de muchos majaderos no tienen la verdadera dimensión ni valor, mucho menos mesura, y, por tanto, no duran.
- Hermes Varillas Labrador
#FormandoCiudadanía & #ElArcoIrisDeLosNiños
Un cuento con colofón a la inversa con un toque de retórica y crítica a la paradójica crisis que padece Venezuela, causada por el demencial proyecto de un megalómano “insepulto”, pues según sus alienados y obnubilados seguidores, aún vive.