Se estremeció la cañada
cuando desnuda en el prado,
en tu cuerpo inmaculado
quedó mi imagen grabada.
Se escuchaba la tonada
de un zenzontle entusiasmado,
porque nunca había mirado
una diosa apasionada.
Cocuyos y mariposas
bajo la luz de la luna
nuestro idilio celebraban.
¡Y el aroma de las rosas
tu piel sedosa y moruna
de pasión la perfumaban!
Autor: Aníbal Rodríguez.