UN FINO HILO
A la sombra de una encina,
vive mi alma
cubierta de copas verdes soleadas
y hojas frescas bañadas de rocío,
miro a la soledad, sentada en la misma piedra
donde mi pluma escribe retales de vida
y espero a la muerte, con mis manos agrietadas,
llenas de cicatrices y surcos,
cansadas de labrar esta tierra que pisan mis pies
mientras miro al cielo y espero respuestas
a preguntas que escribo en mis hojas
y el cielo sólo grita silencios,
de tonos rojizos con manchas blancas y grises,
amenazando tormentas dormidas
sobre cuatro fuertes brazos,
los puntos cardinales que guían mi pluma,
alma, soledad, vida y muerte,
y con su silencio tejen ovillos
que anudan mis venas,
bebiéndose la sangre que corre por ellas
a través de un torrente que estrecha mi garganta,
hasta que por ella sube un fino hilo
y sacia la sed de mi boca
antes bordeada y asfixiada
con el mismo silencio que lleva la muerte,
y le doy las gracias a la sangre
por querer seguir abrazada a mi vida
dejando a la soledad dormida, mientras el alma la mira,
y la vida sigue por umbrales desconocidos
esperando a la muerte.
El alma es la tierra que guía los pasos
que marcan mi camino,
la soledad es el poso que deja el agua
en los surcos de mis manos y cuando la miras
ya se ha escurrido entre las yemas de mis dedos
la vida es el aire oxigenando la sangre
que corre por mis venas,
y la muerte es el fuego que me quema
mientras la espero
y escribo con mi pluma
a los cuatro puntos cardinales,
alma, soledad, vida y muerte,
y ahora, desde esta encina mía
sentado sobre la misma piedra,
hablo con la soledad
y lanzo al aire mis letras
esperando que el agua apague
el fuego que quema esta tierra,
mientras mis poemas sueñan despiertos
hasta que alguien los lea,
y van perdidos dando vueltas y vueltas
en los espirales del alma.