Soporto como un mulo
las embestidas del averno
trituro los enjambres de las rosas
donde practican sus lecciones
las abejas adormecidas y silentes.
Deduzco que el pájaro deudor
oprime un brazo de lujuria, su hueste
delicada, exige un tributo inapelable.
Soy la espalda desvencijada por un rayo
en la nieve encuentro su sudor impagable
atestiguo mi garantía de decesos soy
el asegurador de la mentira lasciva y trivial.
Soy el silencio dormido la araña fundida
en hornos de impaciencia, sigo el apéndice
fluyo como un vegetal en caída libre.
Redundo en mi beneficio
extraigo la moneda del asador
libremente corrompo los azogues desubicados.
Mis grandes mentiras mis exiguas pataletas
los misterios de las grandes urbes
lo que aplaca el silencio y lo vuelve misterioso,
todo engrandece mi alma y la vuelve gris y melancólica.
Viñas enloquecidas por el llanto de una sábana
vides colgadas del sopor del verano
hombrías desaconsejables por su estupor pasajero.
Todo me convierte en exigente exégeta
de cariz invadido voy dando tumbos y alegre.
Para eso estoy yo, para los grandes tumultos
las turbas magnéticas que acarician el tostado
de los amaneceres, y esos pájaros que chillan
su perfil acotado por la noche.
Designo el rey de los laberintos
las placas solares de antiguos monasterios
esas formas perpendiculares de los senos
en su estadía perfecta como diablos en el cielo.
Voy dando tumbos más alegre
alegre porque los doy, la sangre alimenta
mi costado y lloro por los perfumes selváticos
de las flores.
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