El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
—Proverbios y Cantares—
Ojo negro, amarronado, zarco,
verde mar, verde oliva, azabache...
Ojo bañado en almendra, ojo lunar,
de luna menguante, creciente, llena,
ojo que sonríe, que arruga su comisura,
que recela, que se enoja, que abre
su pupila, que te abre las puertas,
esfinge que te da permiso,
que te perdona la vida y no te devora.
Ojo que tiembla al terremoto
de un deseo sobrevenido, ojo...
que cierra y abre sus alas cual pájaro
de buen o de mal agüero,
cielo que se sienta a la lumbre
de un hogar que leñea de madrugada,
rada que abraza mi barco, que encalla
ante el bajío que yergue tu mirada,
ojo el tuyo, el mío, que llave y cerradura
se ensamblan como antesala
a una enrramada de besos y escarcha.
Te miro, te estoy mirando
sin que tu ojo sepa nada,
tú trajinas, te agachas, te enderezas,
te sientas ante la pantalla,
hablas como si alguien te escuchara,
blasfema por los santos y los papas,
y ante ese espectáculo de gracia
yo me persigno y me prosterno,
sin que nunca en tu inopia te percataras.
Aquí te dejo mis ojos, haz lo que quieras
con ellos, son tuyos y sus nervios
serán cables que descoracen tus legañas.
Mírame, te miro, ojos de gacela engalanada,
fíjame postrera tu entraña en el ojal
de mi pijama, y déjalo cocer, a fuego lento,
detrás de aquella al fondo fogata.
Ojo es ojo —tuyo, mío, suyo, de ellos,
de él, nuestro, vuestro, a, ante, bajo...—
si te ve, no importa si tú lo ves...,
dejémoslo aquí mejor, estoy desbarrándome
lenta y seguramente por este desfiladero
de sinrazón... Me callo... me apeo de este río
en este embarcadero.