El vaso donde muere esa verbena
un golpe de abanico lo rompió;
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un ligero ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal constantemente,
y con marcha invisible y muy segura
partido lo dejó completamente.
El agua ha huido ya, gota tras gota,
y el jugo de las flores se ha secado;
nadie la leve rajadura nota;
mas ya no lo toquéis: está quebrado.
Así también la mano más amada,
rozando el corazón le hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe,
y la flor de un amor pierde una vida.
A los ojos del mundo sigue intacto,
pero siente crecer, tan resignado,
la herida cruel que lleva allá en su fondo.
No lo toquéis: ¡el vaso está quebrado!.
SULLY - PRUDHOMME