Mi dulce corazón, estamos destinados tu y yo desde que nos cortamos con el filo de aquel estribillo, nuestras almas practicaron un inserto, mi corazón hambriento escapo del tormento,
tu querer abasto le dio paso a mi ser opaco. Tu comprensión cobijo mi duelo, tus voces
poblaron mis ecos. Tu sonrisa ahuyento mi ego, tus manos le dieron de beber a mi apego sediento.
Mi dulzura de caña, me has flechado con tu saeta, estoy atado a tus caramelizadas agujetas, estoy sumido en tus rosas cayenas. Tu esencia es evidencia de que el amor es paciencia.
Vivo internado en tus bosques, en tus crepúsculos mares. Ya probe el deleitable néctar que fermentan tus lares, disfruto nuestra amena platica en los bares, colisionar miradas en las tardes, llenar de besos todas tus partes.
Mi melosa compañera, mi chica de miel clara, he estado viendo las albas en tus playas de arena blanca y palmeras altas, nuestra pasión es una fragua, y no se extingue con agua.
Eres tú, lo que más amo de mí, me muero en ti, has borrado la cicatriz de aquel sufrir.
Estamos concebidos desde la matriz, mi porvenir ya es una fiesta desde que te entregaste a mí.
El sentir, el escribir, el proseguir, el oír, todo lo hago pensado en ti.
Gracias por subir a tu faro y esparcir tu luz.
Mi corazón de algodón de azúcar, gracias por resguardar mi espíritu y calmar mi ímpetu.
Te amo con razón y frenesí, porque has regado mi yerto jardín, porque eres mi desvivir,
eres lo que le da sentido a mi vivir.
Gracias por estar aquí.
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