Fue un instante, un segundo...
Sentí como mi alma se evaporaba hacia otro destino, donde ya sus ojos no estaban.
Mi piel sintió el perfume de su eterna ausencia y mi boca pronunció su nombre por última vez.
No me reconocí al saberme vencida, no era yo aquella mujer que peleaba sin tregua y esperaba su llegada cada tarde...
Pero ya no siento fuerzas.
El día que mis ojos descubrieron el sonido incomparable de su mirada, bien sabía yo que con este amor llegaría el dolor, y sin importarme mas nada, seguí sus pasos, y llegué a sitios donde jamás imaginé estar.
No hubo nadie que me aliente para seguir adelante...
Nunca nadie creyó que mi felicidad, solo crecía cada vez que escuchaba mi nombre saliendo, como lejana esperanza, de sus labios.
Quizás él tampoco confió en mi alegría... quizás nunca supo, que yo reiría eternamente si me miraba... solo si me miraba.
Otra vez recuerdo cada sensación que sus manos despertaron en mi sangre, y nuevamente llega aquella canción desde lejos y dejando la misma nostalgia de un final de una película de amor.
Mis pasos se apresuraban cada tarde para verlo sonreír... y mi alma siempre llegaba cuatro segundos antes... lo que yo nunca supe, es que mi alma se quedó a vivir en él.
Lo escuchaba atentamente durante horas, estudiando cada palabra y creciendo despacio a su lado.
Su preocupación por mostrarme la mejor manera de vivir, era
sorprendente...
Y sus largos enojos cuando veía mis desvíos, hoy los recuerdo
como su mágica manera de quererme.
Siempre pensé, si en mi vida estaba escrito encontrarlo, o fui yo simplemente que quise cambiar el destino. Pero estoy segura, que lo volvería a repetir.
Sé que dejándolo, le demuestro mi amor infinito... sé que despedirme, es poder volver a encontrarlo alguna vez.
Ahora solo debo mirarlo... y con las mismas fuerzas con las que luchaba por tener su amor... con esa misma furia con la que defendía mis sentimientos...
Con las mismas palabras con las que llegué...
Ahora solo debo mirarlo... y regalarle mi Adiós.