Desde niño dio calor
a los gallos de papá,
en el patio, a pleno sol,
en la casa de Cumaná.
Supo admirar al cantor,
que, desde la jaula,
captó su atención.
A los gallos de papá,
les daba libertad
y comenzaban a pelear.
En su inocente furor,
gozaba la riña estelar.
Alumbró su vocación
en el pueblo oriental,
luego en Ciudad Bolivar y en su Lara crepuscular.
Sus amigos de gremio,
lo acaban de agasajar,
de Barquisimeto, como gallero ejemplar,
la del canto señorial.
Así vive el hermano,
de la casa a la gallera, inspirado por el pico y las espuelas,
la cresta roja,
la elegante cola,
el cuerpo multicolor
y lo ágil del fino cantor.
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