Ella vive exclusivamente
como martirio hacia mí,
hacia esto que soy
cuando ella me observa
e incluso cuando no.
Es ella
la que me aqueja,
la que me aleja
de todo lo que podría
hacerme bien
en este plano
lleno de dudas
y controversias.
Ella sólo vocifera
cuando sabe que
estoy a la espera
de que me haga doler.
Yo ya sé
que ella engatusa
todos mis sentidos
para siempre esperarle,
incluso cuando se toma
sus eternos días libres.
Es ella
la que me acongoja
desde los lunes
hasta las palabras
que no se dicen,
y es ella
la que quiere matarme
cuando nadie la menciona.
Quiere ser vista
porque se desnuda
para todos
a pesar de que nadie
se lo pida.
Nadie la idolatra,
ella sabe que socialmente
es una idea barata
y hedionda.
Pero me odia,
y sabe que la disculpo
porque ella no es otra cosa
que esto que punza
bajo la carne
y entre las aguas
de mi humilde memoria
entre lo que fui y lo que seré
bajando a traspié
bajo el sol
de mi ego femenino
y el roñoso deseo
de la voz madura
y alzada
de mi futuro.