Besé tus ojos,
cautivos y preciosos,
que me miraban.
Busqué tus manos
cubiertas de dulzura
y las tomé.
Unas caricias,
de pronto, despertaron,
y te las di.
Así volvimos
al mundo de los sueños
y de la infancia.
¡Cuánta ternura,
había en ese instante
a nuestro lado!
¡Cuánta belleza
y un cuadro, inacabado,
que nos retaba!
Y continuamos,
cansados y contentos
por el camino.
Así es la vida,
decían los latidos,
desde el silencio.
Y nos amamos,
aparcando los miedos
y sin palabras.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/11/20
Parecen versos surgidos de la cabeza de un joven enamorado y de un adolescente. Al verlas sonrío y meneo la cabeza. ¡Ay, esos tiempos y esas edades...! Quizás no están marchitos, quizás viven, quizás siguen latiendo en el recuerdo, quizás...