Una guitarra
sonaba en una esquina
muy dulcemente.
Unos gorriones
mandaban sus canciones
desde el jardín.
Y tú, escuchabas,
la música sin nombre
de aquella orquesta.
Hermoso dúo
del hombre y de las aves
en comunión.
Te sonreíste,
sin duda, conmovido
y suspiraste.
¡Cuánta belleza
había en esas notas
que te embriagaban!
Por un instante,
quisiste ser guitarra
y ser gorrión.
Pero el presente
te hizo estremecerte
con tanta magia.
Y lo admitiste,
serías un oyente
afortunado.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/11/20
Todos hemos escuchado alguna vez una guitarra y, algunos, hemos pensado en unos gorriones cantando en los árboles y los arbustos del jardín. Soñar no cuesta nada y seguro que habremos pensado en ser esa nota que escapaba de la guitarra o ese canto del gorrión que llegaba hasta nosotros. Al final despertábamos con un suspiro y con la magia de conformarnos con ser un espectador afortunado que estaba escuchando esa música sin nombre.