Alguien que ve, exclama: ¡Los días pasan y no se van!
¿Quién ha de irse, por Diosito?…
¿Quién ha de irse? Pregunta un loco.
¿Quién ha de irse? Pregunta un ciego.
Las horas pasan y no se van. Resuena un eco.
Desde la oscuridad, se oye un ruido.
No es del vivo: es un muerto que no se ha ido.
Todos mueren, todos viven y no se van.
Prendados a la tierra están y no se van.
Hay promesas en el aire: vienen del viento.
Todo se marchita con el paso del tiempo.
Las yermas tierras los matan de hambre.
Para sembrar no hay semillas ni hombres.
Todos gimen, menos las caras de la muerte
Ella adivina que tendrá, con el hambre, suerte.
Cerca, el caníbal de los hombres se atraganta.
Y, para gritar, al pobre, no le alcanza la garganta.
El pobre llora y, la muerte, con sus mil caras ríe.
Piensa en su prole, si muere no hay quién la críe.
Ufano, va el vil que cargará con su culpa a cuesta.
Uno grita: es cierto, es una lucha del mal y el bien...
Y orondo pregunta: ¿Y quién a ello apuesta?