Que no me alcance la incertidumbre
de un viejo y agobiante árbol,
que corre detrás del deslumbre
y melancólico bosque,
que suena sobre las sombras
y las lluvias de invierno,
pacto entre la alfombra
roja y el moderno tiempo.
Que no se inmute el dicterio
de la nada y la ráfaga del silbido,
como un cohibido alarido
de metal e influencia, sosteniéndonos
a pesar del griterio
del latir de la conciencia.
Que no se tarde en cerrar
la grieta de la lógica vomitando
invenciones perennes,
y la banalidad erradicando toda insistencia
al pretexto de la embriaguez.
Como la agonía de un calor
que se regocija en el frenesí del pudor
y burlándose del silencio por recibir
a mil desiertos.