Jiber Suastegui

Ave Rapiña

Primero se estrellaron los huesos,

luego los pies descalzos se agrietaron,

las huellas quedaron borradas en el desierto,

como si por obra del tiempo el pobre se enterrara un poco más después de cada paso.

Que pena el dulce tejido, la solitaria vida se está yendo.

Se escapa de entre los dedos como el puño de tierra que se avienta a un ataúd.

Misticismo en el fondo pacifico de la sangre

El tumbo que revienta el aire y vuelve a refugiar a las aves rapiña.

Aquel que aseguraba que el destino estaba echado

y simplemente oraba para que los ojos no flotaran más allá de su sitio