En un ataúd de vidrio
llevan un cuerpo sagrado,
el de mi mejor amigo:
¡Es Cristo crucificado!
Sus heridas están recientes,
tanto que... ¡casi sangran!,
y percibo un santo olor
cuando sus despojos pasan.
Al lado del cuerpo pálido
y rumbo a la sepultura,
están las evidencias
de su terrible tortura:
Los clavos que, con violencia,
su cuerpo a la cruz... ataron;
los látigos que, con sevicia,
sus carnes maltrataron;
la corona infame
de incontables espinas,
cada vez que le hiero,
sus púas... germinan.
También está la lanza
que abriera su costado,
y que terminó el suplicio
de Cristo crucificado.
¡En un ataúd de vidrio
va Mi Señor Amado!
¡Murió para darme vida,
Mi Cristo crucificado!
xE.C.