No van mis manos solas
si predico en el desierto,
que tengo el pensamiento claro
aunque quizás escriba torcido.
No sólo de ellas brota agua,
que también vino, pues no sólo
de espuma se alimenta mi destino.
Busco sombra entre los azahares,
lejos del ruido, será que me hago
viejo, y junto a los leños encuentro
cariño.
Ni militares ni dogmas ni ascetas
con capucha, aplastan mi camino, mi senda
es lenta, y se recorre en un minuto.
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