Al ver que no te puedes alejar
de la maldita cruz, me duele el pecho,
y al final el dolor termina en llanto
en estos tristes ojos que te aman.
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Me lleva el sufrimiento, en buena hora,
descalzo y de rodillas a tus pies,
no niego que al besarlos me transformo
y dejo que la calma me acompañe.
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¡Oh!, mi Bien, el silencio llega puro,
confieso que me alivia y que me gusta
sentir que estás en mí, vivo y presente.
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Pero vuelve el dolor, vuelve la pena,
cuando veo que siguen tus heridas
sangrando sin saber por qué motivo.
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Fotografía y poema Ramón Bonachí.