Un pobre y triste anciano,
que apenas podía sostener el bastón
en el que su cuerpo descansaba,
me contó en la barra de un bar, entre sollozos,
esta historia de amor y de nostalgias:
Mira, muchacho, yo venia aquí
en ciertos días a mirarme en los ojos
de la mujer que amaba,
era feliz y entre sonrisa y sonrisa
vibraban su alma y mi alma,
y la quise y me quiso...y de qué modo,
que solo con el roce de las manos
subíamos al cielo cada mañana.
Un día me quedé solo, porque ella
no pudo venir a tomar café a ésta barra,
que muda testigo de su ausencia
veía que mi vida, de repente, ya
no me importaba,
y que las horas del reloj por mucho que
corrieran para mi ya no pasaban.
Desde entonces,
arrastro mi dolor y su recuerdo,
y vengo aquí
y seguiré viniendo
y sin decir nada...
la esperaré a ella o
esperaré a la muerte...y así...
hasta que algún día, una de
las dos, vuelva a tomar conmigo
una copa en ésta barra.
J.C.
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