Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Hielo en Pedazos - Parte I~**

Fedor era un hombre ruso, delgado, pero, con una fuerza impresionante, de ojos azules y de cabellos de color rubio como la fécula de maíz y su piel de color blanco como las nubes de algodón. Cuando, de repente, decide ser un alpinista y recorrer por el campo de la nieve recorriendo el monte lleno de copos de nieves esquiando por la nieve, suave, densa, pero, muy temible. Fedor, logra su sueño en ser un alpinista, logrando derribar la pesadilla que había tenido antes de caer en la nieve fría. Cuando en el antepasado de su vida, cayó en redención cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo creó un mal sueño o una cruel pesadilla, en que se ganó un logro en sueños, cuando en el ocaso llegó más que el invierno frío y tan gélido como el mismo instante en que se quedó tan frío y tan álgido como la misma nieve en que cayó su cuerpo por ser un mal alpinista dejando caer su cuerpo en la nieve por un mal error. La nieve fría, y tan álgida por un viento inalterado, por un aire subyugado al frío, y un color tan blanco como las mismas nubes blancas. Cuando cayó en redención, cuando su forma de creer sólo obtuvo un mal desaire cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, cayó en oscuro deseo y de un sueño en una muy mala pesadilla, cuando su instinto de albergar cruz y raya se automatizó la espera en creer que lo salvarían y por siempre, y no fue así. Si el triunfo de sus sueños fue alternar su pasadía en una recreación autónoma de ver el cielo entre sus ojos de azul mar y de un lago luminoso en que se llena de su apariencia en más saber que el deseo estaba y se hallaba entre sus ojos de mar. Cuando por albergar una ilusión se debía a que en la herida corría plétora abundante de sangre. Cuando en el instinto soslayó un cometa de luz veraniego cuando en ese frío invierno, sólo se obtuvo una luz condescendiente, como la forma de atraer la forma de ver la ilusión en mangas en eterna magia. Cuando en el ocaso se llenó de tiempo, y de sola salvedad, cuando entre el tiempo y entre los celos y la mala envidia de creer en el alpinista se llenaba de ansiedades, y de temores inciertos, que caen desde lo más alto si sólo él, Fedor, pensó en que el aire y desde lo más alto de la montaña, se creyó en la sola salvación de un alpinista que cayó hasta el fondo de la nieve creyendo que los ángeles de Dios lo van alcanzar y que lo salvarían de tal manera en que se comenzó la vida de un alpinista. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo cayó en una eternidad de luces de almas nuevas en que se veía caer el mismo tiempo, cuando en el invierno cayó en una totalidad de una cruel mentira, la cual, se estira como una goma de mascar en la boca. Cuando en el alma sólo soslayó una fuerza entre el alma más pura, intacta e inerte como el ir y volver en el tiempo, cuando en el ocaso se viró la tortilla de creer en el alpinista como una forma cruel en saber la verdad, como principio de un todo, cuando en la forma de amar se avecinó lo que más se pudo en creer, en la misma fortaleza de sentir la misma pasión en que se desvive por el alpinismo. Si Fedor, quedó a la deriva de un todo, como buscando un tiempo en que sólo el deseo apremia en lo sórdido del tiempo y humedeciendo el alma con la nieve pura e intacta e inmutando y enmudecer la boca con nieve y callando el corazón con un sólo latido de temor y de pavor, y con un miedo atrayendo el dolor, como la misma fuerza en el alma solitaria. Cuando su esencia y su ausencia no se notó, si era un hombre solo de esos que se le viene a la mente una ansiedad en soledad. Cuando en el instante se llevó una sorpresa si tenía que ser alpinista para un evento en el monte de Plia, cuando su amigo lo presentó como el mejor alpinista del momento. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, soslayó en el ocaso frío e inerte como la luz en el cielo como el mismo el sol. Cuando quedó adherido el corazón en el mismo instante en que se dió y se ofreció la vida como la herida que le hizo el hielo cuando cayó de 5,300 metros abajo. Cuando cayó enredado y compitiendo entre la razón abierta, cuando en el ocaso cayó como se marcha el sol en el cielo, cuando se aleja la vida como el mismo sol, en cada suspiro y en cada respiro cuando se dió de cuentas de que había caído en el suelo, desparramando la vida y más que eso lo que en el desierto dejó la forma de atraer el suspiro cuando en el ocaso se dió la más débil de las fuerzas y de las fortalezas, cuando en el instante se dió como el mismo momento, en que el cielo se diera como la misma fuerza en creer que el sol llena la misma mala situación, en que se cree que el mal comienzo se diera como órbita lunar en que el mismo deseo se diera como el mismo mal desenlace, cuando Fedor cayó al vacío desde 5,300 metros de altura cuando al menos cayó en redención la forma de creer en lo cruel del mal final en que se comenzó la vida en ser alpinista, cuando en lo incierto de todo, de averió lo acometido de una soga que cargaba la vida, el peso de la vida y más que eso la libertad de la vida misma siendo vida la vida misma. Cuando en el comienzo de la vida se debió de amarrar al deseo y más que eso al instinto en que se guardó el tiempo en que la soga rompió por la parte más finita de esa soga. Desatando la vida y más que eso la vida misma, creyendo en que el silencio se cuece como la soga en el venidero instante en que se perdió el final en haber caído al vacío con una terrible mala desolación en que se atrevió a caer la vida, el pasaje vivido y más que eso la vida y tan fría como el mismo oceáno cuando cayó el cuerpo y más la piel, sobre ése témpano de hielo mojando el cuerpo y la ropa, y dejando frío el cuerpo y más la piel llena de un invierno y tan frío como la misma piel. Cuando en el instinto se creó en la automatizada desesperación de creer en el fuego devorador de una noche a expensas de la locura y del frío inerte en el cuerpo. Cuando en el instante se diera como se viera en el torrente de una sola creación, cuando el mundo Fedor, cayó en desolación cuando en el cuerpo cayó una gota de frío cuando en el instante se electrizó como la forma más fría de ver el cielo en una sola dirección. Cuando en el combate de creer en el cielo se identificó como el tormento más real como creer haber caído bajo cero a 5,300 metros de distancia hacia abajo. Cuando en el coraje de ver y de creer en el desierto mágico, cuando en el instante se vió inalterada la forma de ver el cielo lleno de magia, cuando en el ocaso frío se siente como el mismo ritmo de vida atrayendo la fría forma de un álgido sentido. Y el corazón, ¡ay, del corazón!, cuando en el alma se aferró la osadía de ver y de creer en el alma llena de luz, pero, llena de fríos atemorizantes de espantos nocturnos, cuando se atascó el frío en el cuerpo dejando estéril la vida misma y sucumbiendo en un sólo trance perdido. Y tan real como el descender hacia el mismo imperio de luces veraniegas, cuando en el ocaso se llenó de verdades, y de un sólo tiempo en que se perdió el torrente de desafíos muertos, cuando en el silencio quedó todo, cuando cayó al vacío dejando muerto el cuerpo y más que eso el deceso de un cuerpo que yacía moribundo en el vacío de la nieve fría. Cuando en el fuego devorador se hizo como se realizó la noche desnuda de un tiempo tan frío y tan álgido como poder interpretar el gélido viento y la piel tan congelada como aquel pedazo de hielo que le cubría las espaldas. Cuando en el ocaso del tiempo ardía en la piel desnudando un mal común, una maldad en el ocaso inerte en creer en el vacío inocuo en poder sentir el universo entre aquel hielo inerte y tan frío como aquel mismo invierno frío que pasaba en el equinoccio aquel. Cuando, de repente, le cayó encima la soga, lo poco que le quedaba desde el punto alto de 5,300 metros que él, Fedor subía escalando el monte Plia, en el cual, subió en contra de todo, buscando alcanzar todo como por primera vez, en el ocaso inerte, frío y descendente, como que en el universo vacío quedó como la única huella en que el mal deseo se desfiguró como el tormento de cualquier enredo cuando en el ocaso se perdió el mal desenlace de creer en el viento destrozando la forma de ver el cielo directamente hacia la misma densidad. Cuando, de pronto, cayó en el dolor más perenne, y más real cuando en el desenlace final de creer en el amor duradero si en el alma se dió lo más efímero de creer en el amor a cuestas del mismo fracaso, como lo fiasco de vivir en el mismo aciago tormento. Cuando en la forma de ver y de atraer el mismo dolor, cuando en el mismo alcance de ver el cielo se petrificó la manera de ver y de atraer la misma forma de ver el final en un mal desenlace, cuando en la forma de amar al alpinismo quedó como un mal desliz, cuando la furia total de la furia quedó como un mal trance. Cuando en el mal desenlace se abrió el mal ímpetu de proseguir una carrera en alpinismo, desatando la era y la euforia en ser como el ave rapaz, cuando en el desenlace de creer en el abismo frío una cruel decadencia, en saber que el frío era por consecuencia mala de un pedazo de hielo sobre sus espaldas dejando frío en su cuerpo e inerte su piel llena de gélido tiempo. Y cayó como cae el romper hielo en la nieve o en la acera, es como destruir el final o en el mal comienzo cuando en el instante se debe a que el hielo también se rompe. Cuando en el mal y en el eterno frío cayó en una total redención de ese cuerpo desnudo bajo la nieve. Cuando en el silencio debió de perpetrar un mal desenlace de la pobre vida que le quedaba a Fedor. Y Fedor bajo el imperio del dolor y de la sapiencia innata de creer en la supervivencia autónoma de creer en el amor a cuestas de la verdad de que había caído bajo esa total nieve en poder saber que el mal había llegado a su vivir, pero, cuando en el delirio bajo el imperio soslayando bajo esa noche fría y por todo ese rencor escondido, quedó herido, maltrecho y perdido, y tan irreal como lo real, quedó entregado en totalidad de esa nieve fría y tan gélida como el mismo tormento o como la misma tempestad. En que se dió lo que más se creyó cuando no muere Fedor nunca si sobrevive al tiempo y más a la penuria adyacente de creer en la posibilidad de una muerte tan incierta como tan segura. Cuando en el combate de creer en el amor se debió de saber que el destino era como el camino frío o como tan gélido como el mismo mal siniestro y tan cálido como el mismo mal desenlace de creer en el silencio en poder saber que el yerro se debía de saber que el error fue por la soga y por ser un alpinista sin creencia más que el mismo deseo en saber que el mal había llegado en un tiempo de frío invierno. Cuando sus ojos quedaron petrificando la espera y más por sentir el fuego devorador del sol para romper en mil pedazos ese hielo, sólo le faltaba una noche entera, se decía Fedor. Cuando en el instante se dió como la fuerza entera en saber que el deseo era fuerza y libertad, amor e imperio soslayando lo que más fue y lo que más pasó, cuando en el deseo se convirtió en un sólo desenfreno, y en un mal infundado y en la creencia de perder la fuerza en el mismo corazón cuando su camino y su destino fue como el mismo imperio sin sospechar la inercia dela toda esa nieve y tan fría como el mismo hielo en sin estar en pedazos. Cuando Fedor cayó rendido y abatido en esa fría nieve desde una altura de 5,300 metros adyacentes al monte de Plia, y cayó abajo sin poder sostenerse con la soga que lo ataba al monte de Plia, después de subir como 3,400 metros. Y el monte de Plia, denso, frío y con una torrencial muerte devastando la penuria y la soledad en creer en el silencio de ese monte de Plia. Cuando en el mal momento no se ayudó a formalizar la espera y tan inesperada de saber que el deseo se perdió en la forma más vil de atraer la fabulosa amistad entre la nieve y el monte de Plia. Cuando entre aquella nieve soslayó el tiempo y más el suburbio autónomo de ver y de creer en el desierto cuando en el combate de creer en aquella nieve se veía el frío llegar bajo aquella espalda fría y tan álgida como el mismo final. Cuando en el terrible ambiente se vió llegar el mismo mal desenlace cuando la noche llegó a él, cuando se aferró el deseo de morir bajo el mismo deseo de haber subido al mismo monte Plia. Cuando auguró el mal terrible desenlace de ver y de sentir la nieve y tan fría como la misma mala desavenencia de creer que la nieve cosecha más fríos cuando más estás atrapado en ella. Si en el mal trance de vivir cayó en un mal abismo, creyendo que los ángeles de Dios lo atraparía entre sus alas, pues, no si se llevó una gran sorpresa y más poderosa que esos ángeles en el mismo cielo. Si él, Fedor, vé volar un ave en la fría nieve y toma gotitas del saber de como sobreviven al tiempo invernal, como, por ejemplo, se dijo que las alas cobijan el calor y quiso tener alas para que el calor se hiciera bajo de ellas, y tenía un abrigo que se dijo que era como el mismo sol. Cuando en el mal final se dijo y expresó que el dolor fue como el mismo frío que sintió fuertemente al caer 3,400 metros y bajo cero. Sintiendo caer la lluvia de y la avalancha de nieve como copos y alud de nieve. Cuando en el pasaje vivido se formó la de creer en el mal desenlace de ver y de sentir el nuevo terror de creer que la nieve es y era tan álgida y tan gélida como el mismo tormento. Cuando en el frío copo de nieve le cayó encima como tormenta de un frío invernal que le atrapó el cuerpo y más a la razón perdida de ver y de sentir el mismo imperio de dolor, cuando fue el mismo final de creer en la misma red que le atrapaba el cuerpo y los brazos y más la piel misma bajo cero y en el mismo frío que quedó en la misma penumbra de sombras adyacentes y de deseos malos y tan falsos como el haber soñado bajo la misma caricia de creer en el mismo coraje de ver el cielo de gris invernal como una tormenta fría y dentro de la misma noche y en el mismo sol escondido en una noche de dolor y de feo frío. Si cuando en el imperio del sol no sólo lo quiso ver y sentir sino que quiso y pensó en que sólo el sol podía en desvanecer esa nieve que había caído en su cuerpo dejando inerte el corazón y el flujo sanguíneo tan frío como el mismo hielo. Si Fedor había subido el monte de Plia, 5,300 metros con los espectadores presentes entre las gradas, cuando su vida y su suerte cayó en una mala desavenencia, en un mal trance y en un mal estado de salud, cuando su vida cayó como un reo entre aquel hielo frío como aquel frío invernal, cuando entre aquel día cayó la noche fría, cuando en un suburbio de su herida cayó como el final del mundo, en una mala consecuencia. Cuando en el instante se perfiló un cometa de luz, entre sus ojos de mar y tan azules como el mismo cielo. Cuando en el instante se dió como la vida caer en un precipicio de la sola soledad y tan ambigüo como lo continuo de las sombras de la noche y de las tinieblas tan frías y de las penumbras en eternas costumbres en no salvaguardar la luz ni el calor como principio de una supervivencia, se decía él, Fedor. Cuando en el trance vivido de la soledad, pensó en sus triunfos y fracasos, cuando ardía la noche clara y contundente de ver en el cielo de azul a sus ojos de mar abriendo la órbita lunar y por una telaraña atrapando a la nieve fría y tan álgida como el mismo hielo frío que poseía entre sus huesos y más entre sus espaldas. Cuando, de pronto, se le fue toda la esencia y presencia en una atemorizante ausencia, un cuerpo frío e inerte entre los escombros de una nieve sobre sus espaldas. Si era Fedor, como el mismo tiempo, o como el mismo frío, como el mismo instante en que se debate una ira insospechada como el mismo momento sin delirio y sin maś que la misma fortaleza de creer en el desastre de un mal vivir. Cuando en el momento se dió como la ira insolvente de ver el cielo de azul, como a sus ojos de mar perdido entre aquellas aguas tormentosas y bravías de un sólo tiempo en desdoro. Cuando en el tiempo se dió lo que más fue y será, como aquella vez, en que se electrizó la forma de ver el paisaje de tener sus ojos de mar entre aquella nieve y tan fría como el mismo instante en que se dió la misma fuerza en caer rendido ante aquella nieve fría y tan descendente. Cuando fue la nieve tan fría como la misma piel automatizando la insolvencia innecesaria en poder creer en el poder de la nieve fría cayó su cuerpo en un santiamén. Cuando en el tiempo, y en la ira de ver el instante, cayó en el hilo de la vida, si cayó una falta incongruente en el único instante de ver y de creer en el mismo callar. Y calló con la misma fuerza, con la lanza que se espera en ser como la misma esperanza, cuando en el instante se dió como lo que más se fortaleció en el alma. Y en el alma fría, helada como congelada, se electrizó la forma más ingrata de creer en el mismo juego del amor, pero, en el imperio soslayó como la misma fuerza en creer que el tiempo, cayó lo que calla un demonio al oído en el tiempo y como tan dañino. Es como poder creer en el único instante en que se debió de fallar, el mismo desafío y tan frío como el mismo momento en que se fue el mar en aquel instante en que el desierto cayó como la forma más ingrata de querer amar a la nieve y tan fría. Y se fue como el tiempo, como el oro, o como el mismo cinismo en la vida, cayendo en reo y preso como un delincuente malhechor. Cuando en el único instante se creó como la mala esencia y presencia, como las mentiras adyacentes de ver y de creer en el mismo llanto y en la misma nieve. Cuando en la nieve fría y tan álgido es el momento en poder creer que la nieve cae por mandato de la vida y del tormento y tan frío como el haber sido un incrédulo en que sólo el tiempo, en que la vida cayó como la fuerza ingrata en que la nieve fue y era como el mismo frío. Y cuando pasó el ave volando lejos de él, quiso ser ese ave, pero, cuando se miró en el hielo supo que sólo era un espejo, el cual, como se podía adherir se podía también romper.                                                                                  



Continuará…………………………………………………………………………………………...