¡Ay, amor!
¡Se escapa el alba de tus manos!
En blancas sábanas,
cristales fríos
dejan pedazos de gotas sordas.
Un libro de piel trenzada
se cae del estante a un universo revuelto
con mariposas de luz encadenadas.
¡Ay, amor!
¡Se viene la noche a tus entrañas!
Las sendas negras se mecen en
un calvario sin descanso,
ya las gardenias no flotan por el río
y el arco de huesos
dispara flechas de cupido
a la luna que camina,
por el agua silenciosa, recordando.