Ella me llama...yo la oigo.
Sus pasos ligeros
resuenan en el patio.
No contesto.
Deseo prolongar la espera.
Oigo su respirar
y su risa clara y cierta.
En la tarde-noche
sus senos resaltan
bajo su blusa clara.
Y su cintura es una zona franca
sólo para mí.
Sus caderas de mujer-niña
se desgajan
dándome esperanza
de llenar su vientre con mi amor,
desatando la espera
y la ilusión
del niño que hace tiempo juguetea,
un eslabón de carne
en la cadena de amor,
que somos ella y yo.
A mi lado llega.
Me palpa su mirada,
traviesa e inocente,
no sé si con amor.
Y deseo me amamante,
mientras llega,
nuestro niño-ilusión,
con su pecho y sus ojos
de niña madura,
al niño que soy yo.