Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - Hielo en Pedazos - Parte Final~**

Sólo Fedor, quería ver el sol y saber que ya llegaba el sol, era una debilidad en sus propios ojos. Sabía que es el fuego eterno, el sol, el que es y es tan inmortal como Dios, pues, es la luz del día, la que quizás la que navega por los cielos, haciendo volar la luz en el mismo cielo. Cuando en el albergue de la vida se cosechó una desventura y una locura en saber que el instinto es tan distinto como poder saber que el delirio era tan frío como esa misma nieve, cuando en el acecho del pedazo de hielo quedó atrapado y herido como un náufrago perdido, si se dió la confianza y el tiempo, la desesperación y el amargo como el hiel vivir, emanó la esperanza y la fe, de creer en un sólo Dios, cuando no fue creado nada para el mal sino para todo bien. Creyó en Dios, y se dijo que… -“con tan sólo una palabra de Dios, puede que me salvará”-, pero, quedó maltrecho, abatido, desolado, y en una tristeza inocua, cuando sabía que tenía que esperar por otro día más. La noche y la madrugada se hizo tan larga y el tiempo tedioso, desesperado, intransigente, tergiversando horas, para tratar de ser salvado y que llegue el día. Cuando en el desafío en ser como el sol, con tanto calor, y tan cálido, y tan real, como que el triunfo se veía venir, cuando el sol da calor y derrite todo como aquella vez en que se dijo, Fedor, -“en que ni las sombras podrán conmigo”-. Y él, Fedor, pensó, y si el sol no llega hasta aquí, porque el sol sale por detrás del monte Plia. ¿cómo podré ver y sentir el sol para ser salvado?, oh, Dios, tomó ímpetu, fuerza antes de que el sol saliera, y sintió nuevamente al mover su cuerpo, pero, fue más fuerte sentir el frío y el álgido hielo sobre sus espaldas, como una manera de creer de que nunca, nunca saldría de allí, y más con vida. Se movió para buscar ayuda, no había nadie, era un evento entre espectadores sí, pero, él sobrepasa el monte de Plia, y hacia el otro lado sino lo cruza no hay más que ayuda de nadie. Solamente un hielo frío, una punta filosa de hielo, que gracias a Dios no cayó ahí. Cuando en el suburbio automatizado de la espera esperó por el bendito sol, creyendo que el sol lo salvaría por haber caído, entre aquel pedazo de hielo y tan frío y tan peligroso como un lobo feroz. Cuando cayó en redención el fuego del bien y dejando a todo mal en una desventura y tan segura como el haber cometido el peor de los errores con la soga que cargó el peso de la vida, y a la vida misma llevaba entre su poder y más que eso el mismo vivir. Cuando se dió la oportuna oportunidad y se identificó la misma fuerza y la misma fortaleza en creer que el deseo se fue de las manos, cuando en el imperio del dolor y de ese sol siniestro y cálido no llegó a donde él, Fedor se encontraba en el monte de Plia, si lo cubría todo y no dejó ni a los rayos del sol caer donde él Fedor se encontraba para deshacer el hielo en pedazos y poder salir de ahí. Y los espectadores presentes se marcharon a sus hogares esperando la mala o buena noticia de lo que le había sucedido a Fedor, el alpinista más diestro. Por que en ese lago sólo había una forma de cruzar y era a través del monte de Plia como alpinista y nadie aseguró el evento ni a la vida de Fedor sino que fue un evento arriesgado y muy peligroso, desnudando la cara del sol en sombras perdidas y en tinieblas raras pudriendo más a la vida dentro del siniestro cálido de un sol que lo llamaba en ser el mejor alpinista del mundo. Y la soga quedó adherida a su cuerpo enredando el tiempo, la vida y la libertad en camisas de reo y ser preso de un depredador por poco la vida se le vá, pero, estaba seguro en un tronco de un pedazo de hielo salvando la vida del depredador, queriendo desatar la soga quedó queriendo nadar y ser como un naúfrago perdido no estaba en su mala suerte, decidió esperar más un momento nada más. Y pensó e imaginó todo desde una perspectiva de asombro y quedó más frío que nunca, si sus espaldas quedaron más frías y tan heladas como el mismo viento, que le soplaba la cara a Fedor. Cuando en el mismo instante se enfrío el deseo de sentir el suelo como un hielo en pedazos, el cual, sólo le dejó un frío y muy congelado. Cuando en el subconsciente de Fedor sólo cayó la forma de ver el cielo con una terrible nieve que caía a su cuerpo y de tan frío como el mismo tiempo en que sólo no calma la desilusión, en un sólo tiempo adyacente y de una penuria en sola soledad. Cuando en el suburbio se dió lo que más se dió en el alma fría, cuando en el alma se electrizó la forma de ver el cielo de tormenta fría y tan inestable como el poder ver el cielo de color gris por la nieve que sólo pasaba por su alrededor. Cuando en el alma, se dió como el alma más triste y más efímera de creer en el desierto mágico, de creer en el instante en que se dió como la forma más vil de ver el cielo, en una gris sensación. Cuando en el instante se dió como la forma más atrayente de sentir el mal desenlace de vivir bajo las sombras adheridas de ese sol siniestro y sin tan cálido como el haber sido como el instinto de creer en el instante de poder ver el cielo de tormenta. Cuando al acecho de ver el simple final se dió lo que más se tornó, cuando se exasperó en el mal final de un instante en que se da como el mismo final sintiendo el mal transigente de la ayuda en que el silencio se da como la órbita terrestre atrapando el inicio y el final de ver el instante en que se fue el mal final de un mal comienzo en que se guardó el tiempo en que la nieve se enfrió más y más. Cuando en el albergue automatizado de la gran espera y tan inesperada de un sólo tormento, en que se queda el delirio frío de entrever el mal desastre de ver el siniestro cálido y tan real como el mismo sol. Cuando en el desafío calló como se calla la voz en el alma desafiando el mal comienzo, como el final de un mal tropiezo, cuando se finaliza el mal interrumpir en el alma destrozando el alma sin luz. Cuando en el destino y en el camino se enfrió el mal desastre de creer en el alma llena de luz bondadosa, como el tiempo en la mala sensación, de ver y de creer en el sistema lleno de bruma espesa de ese mar de ojos azules, cuando en el instante se dió lo que se perfiló más en el alma llena de fríos y de penumbras y de sombras sin ese sol inerte. Cuando en el alma se identificó como el mismo tomento en que se dedicaron las sombras inertes de ver el silencio en el alma y de creer en la posibilidad de saber el secreto de la vida inerte y tan fría como esa misma nieve. Si en el instante se dió como el saber de un mal comienzo y de un final sin más que el instinto y tan inerte como el mismo momento en que el destino fue como el mismo aire o como el mismo viento en que sólo el deseo se volcó como una fuerza fría como el mismo desenlace en que el desierto se dió como el mismo mar abierto en que sólo el mal desenlace se tornó y se tronó desesperadamente dañino. Cuando en el mismo imperio de ojos azules de un mar travieso en que se pierde el mismo abismo, cuando se abre el deseo de ver y de creer en el frío inerte que se da como aquella vez en que se dió como luna en el desierto. Cuando en el momento se abrió como tormenta inocua dentro de la misma soledad cuando la desolación abrió el mal sin querer estar atrapado entre aquella nieve y tan fría. Y el sol, sabía que el sol no llega allí, cuando en el derrumbe total de su forma de ver el siniestro cálido de ver el instante en que se cree en la forma de no volver a sentir más calor ni en la piel ni en su faz, como lamento de un porqué en el momento en que se dió como el empezar claramente en un suburbio claro de creer en el alma sin poder ser cierto. Cuando en el alma, sólo hasta el alma, subió y bajó de temperaturas como su cuerpo y la densidad de su temperamento. Y él Fedor, quiso olvidar el instante, pero, fue demasiado el rencor y el odio olvidando el tiempo y más el instante en que se cuece la verdad en poder creer que el siniestro cálido del sol, quedó como el ir y venir lejos en el tiempo, y en la misma noche atrayendo fielmente el cuerpo y la temperatura en el mismo instante en que sólo triunfó el dolor y fue fuerte como el mismo caer derrumbando y destruyendo todo de una vez al caer bajo cero en el mismo pedazo de hielo en que su cuerpo dejó inerte el frío entre sus espaldas. Y Fedor, dejó inerte su corazón sin latidos, sintiendo congelar a su piel bajo cero, y sintiendo el desastre de un nuevo día y sin sol, desnudando el por qué de un sólo mal trayecto en que se dió lo que jugó el mal deseo y la mala desavenencia autónoma, de caer en el imperio soslayando en sólo deseo, primeramente, al caer en un sólo instinto en que sólo el cuerpo sintió el gran e inmenso golpe en dejar derrumbar su cuerpo hacia la inercia de un sólo desastre, y segundo, en que sólo el sueño fue imposible de realizar, pero, porqué no subir nuevamente como bajó pudo subir y caer en el otro lado de donde provino Fedor. Si se fue de donde llegó y se quedó de donde llegó, y no pensó ni se imaginó nada más, que caer dentro de su propio pensamiento dejando inerte el corazón y sin más que latir fuertemente, él, Fedor,  decidió que sin espectadores presentes entre las gradas de un nuevo evento, subir por y con la misma soga clandestina de un sólo alpinista en que sólo el mal deseo se fue como el siniestro cálido de querer amarrar la pesadilla de un nuevo rumbo en caer desde 3,400 metros de altura hacia el mismo vacío. Y sólo lo pensó y lo imaginó en caer desde el mismo instante en que se creó una sola salvación en hacer ver el cielo de gris color cuando en la tormenta invernal, cayó como el mismo viento en la misma piel, cuando en el sueño de ver el cielo claro y sin tormenta invernal le dejó el corazón latiendo fuertemente. Cuando en el tiempo, se da como la misma fortaleza en hacer creer el mal desenlace y el final en que se sintió como haber caído bajo cero y en ese mismo hielo en pedazos dejando la piel como el frío invernal en poder decepcionar, cuando en el ambiente se dió como el mal final de un todo y que es finalmente la sola perdición. Cuando ocurrió el mal desenfreno de no haber frenado a tiempo, pero, no fue así y cayó bajo cero dejando estéril a su cuerpo, cuando su esencia, y su presencia sólo dejó una cruel ausencia, devastando el mismo imperio nefasto del tiempo en que culminó el alpinismo. Cuando en el intento de un desafío se intensificó más el dejar de mirar el hielo frío. Cuando en lo cierto y en el mal desenlace se electrizó la forma más cruel de atraer la fuerza en un fuerte tiempo, en que se sintió como el refrán de un nuevo rumbo cuando perdió lo que ganó y ganó lo que perdió, cuando pensó en subir como bajó y si bajó como subió, ¿por qué no hacer lo mismo, otra vez?, cuando el tiempo y cada cadencia de la vida se tornó áspera como la misma hiel, cuando se dejó de atraer el confín nuevo de ver el cielo como un sólo límite. Cuando el deseo embriagó las venas frías recordando que en lo cálido se obtiene casi la vida misma. Cuando en el complejo de la verdad, quiso en la verdad caer bajo el mismo dolor y en el frío adyacente entre las venas álgidas y tan gélido como el tormento de un nuevo comienzo. Cuando se adhirió como el mismo imán dentro del mismo dolor, cuando se fue el instante en desear querer subir, otra vez, y el monte de Plia. Cuando en el suburbio del corazón sólo quiso en ser como el mismo ser dentro del propio amanecer, cuando por fin, pudo saber que el sol no llegaba jamás a derretir el hielo en pedazos si estaba él, Fedor en sombras ocultas. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo en la misma alma descubrir el silencio de un por qué en el mismo instante en querer sobrevivir buscando un tiempo en que sólo el tiempo era aliado o cómplice de ver el cielo en una oscura y cruel nevada atemorizando el cuerpo frío. Cuando en el ocaso de ese nuevo día, y supo que el sol no dió el calor suficiente como para deshacer el hielo frío dentro de aquel pedazo de hielo. Cuando en el instante se dió el pormenor en saber que el deseo se fue como llegó y que bajó como subió y que subió como bajó. Cuando en el mal porvenir, se deshizo como el mismo tormento, cuando en el alma, sólo en el alma, sólo se dió lo que más quiso el juego de un mal juego, cuando se dió lo que más quiso en el alma una luz en que se fue como llegó el frío a su cuerpo y a su piel, cuando la luz se convirtió en una sola oscuridad y tan inerte como el mismo dolor tan fuerte. Cuando en el alma se dió como el mal destrozando el terrible dolor de un frío, y tomó la soga y se hallaba suelta y cayendo desde lo más alto del monte de Plia, en unos 5,300 metros de altura lo que mide de altura el monte de Plia, si era el más alto del pueblo. Y se detuvo un momento a pensar qué sucederá si subía con toda experiencia de un alpinista el monte de Plia, y sin soga alguna, dejando saber que su cuerpo frío, inerte y denso, sólo le dejaba saber que su experiencia se la debía al tiempo y más a la forma de atraer el bien común a su vida. Cuando en el ocaso se sintió como todo el frío, cuando en el ocaso se fue, otra vez, y se dijo y pensó debo de subir de una vez o me quedaré aquí con un depredador que pronto vendría. Cuando en la noche fría como una subasta en saber quién daría más que el otro, si se jugó un tormento frío en saber que el delirio frío se entristeció como la forma más atrayente en creer en la forma más vil de ver el cielo de azul y no de gris tormenta de una cruel nevada y tan fría y tan oscura. Y se dijo Fedor, una vez más, que el silencio lo entristecía de pena y de un sólo sufrimiento por un dolor y tan fuerte como el haber sido como el alpinista más miedoso de la temporada, cuando fue y era el más diestro, y si se quedaba ahí, que qué sería de su vida, él, Fedor, pensó y que su carrera en alpinismo quedaría en el tiempo y con carencia. Cuando en el momento de creer en la vida sería más muerte que un suburbio de lo creído en el mismo corazón. Cuando el ocaso se fue, y dejó una sola noche, desatando lo que fue como el vil tormento en creer que el ocaso fue y tan inerte como el mismo corazón. Cuando en llegó la misma noche a descender, otra vez, en la inercia del tiempo, sólo él, Fedor, quedó mirando y observando a la luna como cualquier otro ser humano en el mismo tiempo y en ese mismo instante, pero, quedó como quien queda a la deriva y naufragando en el mismo océano. Cuando en el mismo mal percance se debió de creer en el mismo rumbo y sin dirección atrayendo la forma y más la vil y la más mala esencia, como la misma presencia en que se perdía la vida misma. Y él, Fedor, cayó una y otra vez al vacío, pensando en no poder superar los 3,400 metros de altura desde cuando había caído al vacío. Por que él, Fedor, tomó fuerza adyacente de una sola promesa en que el sólo quiso subir dejando inerte el corazón y la esencia de un nuevo porvenir, e iba yá por la misma mitad del monte de Plia, cuando en el suburbio de lo acontecido, queda varado en el instante de que el alpinista Fedor, cayó, una y otra vez al vacío, pero, ¿lo logró?, pues, sí, si dentro del desafío y del frío acometido por un buen alpinismo. Y subió dejando inerte el corazón, destrozando a la razón, y dejando un hueco en ese pedazo de hielo, en donde perteneció un buen rato deshojando la flor en un instante en que sólo el viento cayó como el fŕio inerte en la misma piel, destrozando el cuerpo inerte de álgidos y de sombras y de penumbras y más de tinieblas y tan frías como el mismo hielo. Cuando quiso saber que el tiempo mataba como el mar ahogaba de tal manera a cuerpos sedientos de impureza y como se los tragaba también los tenía que devolver. Cuando en el suburbio autónomo de creer en el convite de ver el cielo de tormenta, cuando se dió lo más funesto de un instante y tan aciago. Cuando en el tormento, se dió la más manera de creer en el suburbio del mismo corazón, subiendo hacia lo ignoto y lo desconocido, cuando en el ambiente se dió como tan hostil, pero, cuando logró llegar a la cúpula y al tope del monte de Plia, sólo vió unos espectadores que le esperaban como único alpinista y triunfador de la vida misma. Porque cuando él, Fedor, los vé y los persigue sabe que algo no andaba bien, cuando en el convite de creer en el desierto mágico de sus ojazos azules como los del mar perdido, se dió una penuria adyacente de escalofríos autónomos en saber que el final había llegado a su fin.   Porque cuando vé el sol, otra vez, Fedor, en su camino abierto, porque cuando logró subir el monte de Plia, yá habían pasado más de 1,000 años cercano a la era y a la edad del Cristo. Porque cuando en el mar abierto, sólo soslayó en lo efímero y en lo perenne, en saber que el tiempo había transcurrido como pasado mucho el mismo tiempo en que había quedado varado. Y supo algo, de que un alpinista no debe de rendir jamás ni nunca soltar de la soga o de la cuerda floja, porque cuando más te acercas a la meta es cuando debes de perseguir el límite y el límite es el cielo mismo y él, Fedor, lo sabía. Y de que algún día pasaría de todo, menos de saber que quedaría varado en el monte de Plia, un ruso delgado y de ojos azules. Cuando en el instante de creer en la conmiseración autónoma de saber que el destino fue y será como el mismo trance mal vivido. Y fue hasta la cúpula abierta de rica y de feraz tormento frío, y supo algo que en la cúpula nadaba el viento como primer temor o pavor de un alpinista cuando de la soga se adhiere como imán a su cuerpo inerte y flojo de espíritu. Y pasaron más de 1,000 años de vida, cuando su cuerpo frío quedó varado bajo el tormento de aquel pedazo de hielo. Y se fue por la vía autónoma de la perdición, cuando quedó intacto y sin movilidad alguna por encima de ese frío hielo en pedazos que el sol no dejó quebrantado y murió Fedor, bajo el mismo capricho de la vida misma y más con el frío entre sus espaldas. 





FIN