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Allí en el Calvario, terminado el día,
lo que fue mortal besó al fin el suelo,
seguía la culpa llevando su duelo
junto a una tristeza que en si misma ardía.
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Y llegó su muerte llena de agonía,
dejando a este mundo, solo con su anhelo,
buscó una victoria bajo un triste cielo,
mas halló en los ojos solo cobardía.
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Pero el cuerpo inerte, del que fuera humano,
quiso ser de nuevo la resurrección
de todo infeliz ido de su mano.
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Antes de alejarse dando su perdón
dejó como herencia un calor cercano,
y en semana santa… toda la pasión.
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Fotografía y poema : Ramón bonachí.