Oigo la voz
que surge del silencio,
y que me llama.
Dice mi nombre,
quizás, en un susurro,
pero profundo.
Y se estremecen
las fibras de mi alma
tan infantiles.
Hoy tengo miedo.
Los ojos se me cierran
y ya no veo.
Desde las sombras
me llegan las palabras
del sol y el viento.
Hablan y hablan,
en cháchara traviesa,
porque son libres.
Desde los sueños
recibo multitud
de sensaciones.
Pero la risa,
tu voz y las palabras
están calladas.
Yo las preciso,
las quiero y las ansío
igual que a ti.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/20
Con un pequeño esfuerzo e imaginación creamos una imagen en esa soledad de cada alma. Así podemos escuchar la voz invisible nos envía el silencio y que susurra mi propio nombre de boca y labios de la persona amada que se oculta allí, tras la luz del silencio y en ese mundo de sombras y sorpresas. Luego se oyen voces, susurros, pero es una cháchara como si las cigarras estuvieran dando rienda suelta a un concierto en la noche. Se escucha y se imagina, se piensa y se duerme el alma, ¡se sueña, quizás, y no se quiere despertar!
***
Se han quedado vacíos los jardines y las flores marchitas se han dormido. Estamos a mitad del mes de noviembre y el año avanza rápido hacia ese final tan cercano donde la Navidad es el centro, (en otros años), y en este ni siquiera sabemos cómo será y si llegaremos a vivirla.
Surgen noticias en prensa y televisión anunciando la creación de vacunas que estarán muy pronto en el mercado y en los hospitales. Parece que el anuncio es inminente, (o eso parece), ya que la propaganda y las voces de personas interesadas así lo proclaman.
Y mientras, nosotros, seguimos en ese compás de espera, en una especie de agonía y pérdida de tiempo en la vida, dejando correr los minutos y mirando atrás, para ver si es verdad lo que está sucediendo, y diciéndonos que no, que no puede ser, que debemos tener el reloj de la vida parado y que todo es una pesadilla.