Nunca existió una noche plena
ni una entrega fortuita
nunca bebiste de la copa de mis deseos
más sentidos y llenos
para poder pulir esta tristeza
que es lo único que me dejaste
junto a la mueca que no sale de mis ojos
Y esta lluvia pertinaz
que entorpece mis mejillas
porque no deja de rodar y rodar
sin punto fijo.
Tampoco dejaste la ventisca
de tus besos
Ni nos jugamos una baraja
porque no era necesario
ni el cuatro de corazones, ni el seis de basto
te creía rey
amuleto
el hombre que me alejaría
de las pirañas y los buitres
mi eterna musa
el pastor de mis extravíos
Pero los días fueron sacando la raíz
la arruga, el ancla
y comencé a parecerte un trapo
empeñado en apuntalar tu presencia
Nunca existió una noche plena
ni una entrega fortuita
Ni las góndolas pasearon los sueños
Ni Paris, Ni Roma, ni las Islas Griegas
fueron parte de nuestro tiempo
tan sólo el frío intenso
bajo tinieblas grises y turbulentas
mientras el olvido
nos abría los brazos.