El recuerdo de sus manos, caballero, están de nuevo en mi pensamiento.
Sus manos... Sus manos.
Que yo quiero de nuevo tener entre las mías!!! Para acariciarlas, para honrarlas. Para cada centímetro de ellas poder conocer.
Y dejar que mis dedos besen los de usted. Que dibujen cada pliegue, que conozcan esa piel y la desnuden. Sí. La piel de sus manos que se vuelva mil veces sensible. Para poder sentir lo ardiente de las mías. Y que mis manos le hagan el amor a las de usted.
Mientras sus ojos las miran. Miran sus manos y las mías. Y mis ojos también observan. Cómo sus dedos a los mios besan.
Sus manos hermosas. Sus manos tan fuertes y a la vez suaves, delicadas. Frágiles como dos palomas.
Y añorantes. Suplicando unas caricias.
Y mis manos, quemándose en deseos de poder acariciar las suyas ... ¡Qué complejo!
No. Complejo no.
Que no se nieguen las caricias a las manos que lo piden. Porque entonces sería un crimen. Entonces sería una condena ....