La sirena sonó y las anclas se elevaron. Unos remolcadores hicieron su trabajo para encauzar
el barco en el canal.
Los jóvenes marineros seguían con sus tareas de fajina.
Las gaviotas revoloteaban cerca despidiéndose porque pasaría bastante tiempo para que volviera el
buque al puerto.
Un uniformado por popa miraba el horizonte donde se escondía el sol,
las nubes se habían alejado con una suave brisa. Los trabajadores hacían su rutina diaria y desde la cocina una rica aroma ascendía por
las ventanillas, una buseca sería el
festín de la noche.