El otro yo

Circulo vicioso

La garganta se le desgarraba  sin voz,

pedia poder gritar en su claustro, mientras

la jaula le mostraba ese cielo que añoraba

detrás de los barrotes de oro que la adornaban.

Giraba en un círculo vicioso de dolor-herida 

todo era igual, el día, la noche, una semana, un mes

Solo le quedaba la esperanza de ese rayo de sol 

que se colaba por la puerta una tarde de abril 

cuando el aire volvía a levantar las hojas secas 

del viejo árbol que se acumulaban y descomponian,

respiraba otra vez el olor a eucalipto,

abrazando notas de infancia bajo su sombra.

La jaula le abría las puertas y no volaba,

estaba presa de su propio encierro.

El círculo vicioso se hacía cada vez más grande.